La característica fundamental que diferencia a un niño de un adulto es su capacidad para crecer y desarrrolarse. Desde su nacimiento hasta que adquiere la forma, dimensiones y complejidad de un adulto, el niño estará en un proceso de cambio permanente. Variará su ritmo de crecimiento, la madurez de sus funciones orgánicas y la relación que establezca con su entorno. Estas circunstancias determinarán por un lado, los objetivos de la alimentación y por otro, la forma concreta de satisfacerlos. Una alimentación adecuada, ejercicio físico y una enseñanza conductual, son claves para conseguir hábitos alimenticios correctos para toda su vida y un desarrollo sano.
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